Segundo mandato

Como dijo Rubén, tembló América por las vértebras de los Andes. La bandera de las barras y estrellas volvió a ser la de Normandía, no la trompeta de matar apaches. Los que pelearon en el frente equivocado olvidarían ante el televisor los tiempos en los que «el azúcar era el cuchillo y el imperio el asesino». Las manos que un día recogieron algodón o café al ritmo de los látigos señalaban un nuevo camino para la democracia. Los rojos que queden olvidarían por unas horas la matanza de My Lai, el Ku Klux Klan, el napalm, Santiago ensangrentado, porque la ceremonia de la toma de posesión de Obama, un político con el don del encanto y de la oda de civil, fue emocionante en momentos en que nuestra democracia empieza a gangrenarse.

El mall, construido por braceros negros, dejó el primer plano a un Capitolio resplandeciente, hecho a semejanza de la catedral de San Pedro. Un graco entraba triunfante en ese Washington donde los políticos sufren la fiebre del Potomac que hizo decir a Truman: «En esta ciudad hay por pie cuadrado más prima donnas que en todas las compañías de ópera del mundo».

Hay quien pensó, ingenuamente, que con un negro en la Casa Blanca comenzaría una nueva época. No comenzó, pero esta vez no asesinaron a Espartaco. Quizá esa nueva época empiece en el segundo mandato. El presidente juró ante una juez latina, habló de la igualdad en un nuevo sermón de la montaña: «La libertad no está reservada a los más afortunados; los patriotas de 1776 no lucharon para sustituir la tiranía de un rey por los privilegios de unos pocos». Se colocó a la izquierda del mundo en el instante en que Europa vuelve a ponerse la peluca y la casaca.

El día 1 de enero de 1863 Lincoln proclamó la libertad de los esclavos, pero pasó mucho tiempo antes de que Jesse Jackson, el primer negro que quiso ser presidente de los Estados Unidos, dijera: «Los negros hemos hecho la comida de los blancos, hemos planchado su ropa, hemos criados a sus hijos; dejadnos ahora regir vuestra nación». El suceso fue posible después de que niños negros escoltados por soldados en jeep con la bayoneta calada entraran en los colegios de los blancos cumpliendo el sueño de King: algún día en Alabama los niños y niñas negros podrán ir cogidos de la mano de los niños y niñas blancos como hermanos y hermanas.

El segundo mandato de Obama es la confirmación del poema de Emma Lazarus ante la Estatua la Libertad: «Tú, viejo mundo, quédate con tu lujo. / Dame a mí tus masas, / los pobres, los fatigados, que claman por la libertad».